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lunes, 1 de septiembre de 2014

CRÓNICA 5



UNA HISTORIA SENCILLA


Sentado sobre el pórtico de mi humilde casa, me encontraba deleitando el hermoso atardecer que desde hace setenta y tres años nunca me canso de ver.  Siempre he pensado que las cosas más hermosas del mundo son aquellas que nos traen mayor nostalgia y felicidad.

La sed invadió mi cuerpo entonces me levanté muy lentamente con la ayuda de mi bastón, mi acompañante inseparable, del pórtico de mi casa y caminé a mi ritmo hasta la cocina de mi casa.  A la entrada de la cocina, pensé: -Voy a tratar de caminar sin mi bastón. Voy a demostrarles a todos que puedo caminar sin él-.

Solté el bastón, lo puse junto al marco de madera de la puerta y comencé a dar pequeños pasos.  Cuando iba llegando junto al lavaplatos, un terrible y punzante dolor atacó mi espalda y como un árbol derribado, caí sobre el suelo.

Intenté levantarme, pero ya no era capaz y mi bastón estaba ya muy lejos de mí para apoyarme sobre él.  En mi estancia contra el piso caí en la cuenta que el techo de la cocina estaba un poco agrietado, pensé: -Debo hacer las reparaciones necesarias, pero apenas pueda levantarme-. Además, recodé que tenía que encontrarme con mis amigos en la tienda de Albus para hablar sobre las noticias del día.

Estaba solo en casa, mi querida hija Stassy aún no ha llegado.  Ella es un poco lenta, pero es una excelente hija y una excelente persona.  Quizás pasaría aproximadamente una hora y nadie había llegado a casa.  Al cabo de unos minutos, la vecina regordeta y mi buen amigo Steve entraron a la cocina y me vieron tirado en el suelo, al rato, entró mi hija y preocupada preguntó: -¿Qué le hicieron a mi padre?-.

Sabía que era inevitable, pero me llevaron entre los tres al médico.  Entré al maldito consultorio del médico esperando irme pronto, entonces el médico me tomó unos exámenes, realizó el procedimiento de rutina y me dijo: -Señor Straigth tenemos que operarlo de la espalda, tenemos que operarlo de los riñones, etc.-  Qué no me dijo ese tipo y a todo lo que me dijo, le respondí que no y que no. 

-Jum- dije. Si he de morir hoy, me muero como estoy. Salí del consultorio, pero eso sí, me dieron un segundo acompañante, otro bastón.

Volvimos a casa.  Cuando llegamos se hizo de noche y comenzó a llover precipitadamente.  Me senté en la sala de mi casa junto a mi hija a ver caer la lluvia y a escuchar los truenos.  –Me encantan las tormentas eléctricas- le comenté a mi querida Stassy.  En ese momento, sonó el teléfono.  Mi hija contestó.  Al volver me dijo que Lyle, mi hermano había sufrido una embolia y estaba muy grave.  Me sentí triste porque no veía a mi hermano Lyle desde hace diez años por una discusión muy tonta.

Al día siguiente, decidí ir a visitar a Lyle, pero tenía dos problemas.  No tenía mucho dinero y mi vista era muy pobre, no me permitirían conducir un auto.  Por este motivo, fui a la tienda de Albus, compré algunas cosas como gasolina, puntillas y mucho pegamento porque me había llegado una gran idea para ir a visitar a mi hermano.  Entonces comencé a construir un pequeño remolque porque me iría en mi máquina cortadora de césped hasta la casa de mi hermano Lyle.  Sabía que tenía que recorrer más o menos 500 kilómetros, por eso hice los preparativos para partir. Mi hija Stassy de inmediato supo la razón de mi trabajo y me dijo que no lo hiciera porque era muy lejos, pero ella no me detuvo.  Es más, esa misma noche nos sentamos en el pórtico de la casa a ver las estrellas y hablamos de mi grandiosa idea y ella decidió ayudarme.

Terminé mi remolque, hice los preparativos necesarios y partí en mi cortadora de césped hasta Wisconsin, donde vivía mi hermano.  Mi vehículo no era muy rápido, pero podía deleitar los paisajes hermosos por donde pasaba.  Pero, antes de llegar al primer poblado de camino a la casa de Lyle, se descompuso mi cortadora de césped y me tocó regresar nuevamente a casa.

No podía desistir de mi camino, tenía que llegar a la casa de mi hermano Lyle.  Por tal razón, recolecté todo el dinero que tenía y fui a comprar una cortadora de césped más nueva.  La compré y emprendí nuevamente mi viaje hasta Wisconsin.  En el camino, me encontré con una joven embarazada, la cual había huido de casa por la situación en la que se encontraba.  Entonces, le ofrecí alimento y un lugar para que durmiera y ya entrando más en confianza le conté la historia de mi querida hija Stassy porque el Gobierno le había quitado a sus hijos por culpa de su debilidad mental.  Además, le dije: -Una familia es como un grupo de ramas, si están unidos, por más que intentes romperlas no serás capaz-.  Al otro día, la joven ya no se encontraba allí.  Por lo tanto, continué con mi camino.

Por la carretera vi pasar ciclistas, camiones enormes y otros vehículos.  Mientras disfrutaba el paisaje, presencié un grave accidente de tráfico.  Una mujer había atropellado a un pobre ciervo, me bajé de inmediato de mi cortadora de césped para saber qué había ocurrido.  La pobre mujer se bajó desesperada porque había asesinado al ciervo, además, no era la primera vez que lo hacía.  Preocupada y triste continuó su camino dejando al ciervo muerto en el pavimento.  Así que aproveché para disfrutarlo en mi cena.

Continuando mi camino hacia Wisconsin llegué a una pequeña ciudad y en ella los bomberos intentaban apagar el incendio de una cabaña ubicada a la entrada.  Además, en la entrada de esta ciudad, me encontré con una bajada prolongada.  Los nervios comenzaron a invadirme cuando me percaté que los frenos de mi cortadora de césped fallaron.  La máquina comenzó a ganar velocidad.  Solamente esperaba el momento que mi cortadora de césped se volteara y yo saliera disparado por encima de ella.  Por fortuna, traté de maniobrarla y aquellos bomberos que apagaban el fuego junto a algunos pobladores de la ciudad me ayudaron a detener la máquina y evitar algún accidente.

Aquellos pobladores de esa pequeña ciudad fueron muy amables.  Me permitieron quedarme en el patio de su casa y vieron que mi cortadora de césped sufrió algunos daños a causa de la bajada.  Esta familia dijo que personalmente, ellos me llevarían hasta la casa de mi hermano Lyle, pero me negué porque estaba decidido a llegar en mi máquina hasta Wisconsin.  Entonces esa familia ayudó a conseguir el servicio de reparación de mi máquina, por lo tanto, le pedí prestado el teléfono para llamar a mi hija y me enviara el pago de mi pensión y así pagar los gastos de mi máquina. 

Las personas que repararían mi cortadora de césped eran dos gemelos que a toda hora se la pasaban peleando del trabajo que cada uno realizaba.  Cuando llegó el momento de pagarles, mi sabiduría salió a flote y logré un descuento en el arreglo y por último les conté la historia entre mi hermano y yo.  Les dije que no veía a mi hermano Lyle desde hace ya diez años por una discusión muy tonta y que se arrepiente de haberlo hecho.  Por esa razón, quería visitarlo para arreglar las cosas y volver a estar con él.  Luego de esto, emprendí nuevamente mi viaje.

Antes de llegar a Wisconsin, me detuve en un cementerio para pasar la noche.  Allí un sacerdote se acercó a mí con un plato de comida, pero rechacé la comida porque aún tenía provisiones.  Hablamos por un buen rato y le pregunté si conocía a Lyle, mi hermano.  Me respondió que sí.  Que mi hermano había estado un tiempo en el hospital, pero que no había vuelto a verlo allá.  En ese momento, me llené de fuerzas pensando que mi hermano tal vez estaría mejor.

El camino fue largo, muy largo pero por fin había llegado a Wisconsin.  Allí, paré en una tienda para preguntar sobre el lugar donde mi hermano Lyle vivía.  Un buen hombre me indicó exactamente el lugar y le pedí que me sirviera una cerveza bien fría.  Pensé: -Esta es una pequeña recompensa-. A pesar que dejé la bebida hace mucho tiempo.

Partí hacia la casa de mi hermano pero ya faltando poca distancia, mi máquina cortadora de césped se detuvo.  No quiso funcionar por más que lo intentara.  La tristeza invadió mi vida. –Tanto tiempo estuve conduciendo, casi seis semanas y ya estando muy cerca de mi cometido, este cacharro deja de funcionar-.

Estuve esperando allí por lo menos dos horas.  Un granjero pasaba en su tractor por aquel lugar y le pedí indicaciones.  Me dijo: -La casa de Lyle Straight está a pocos metros de aquí-.  Entonces intenté nuevamente poner a funcionar la cortadora de césped, y como un milagro, volvió a funcionar.  La alegría era inmensa porque iba a poder ver a mi hermano.

Por fin.  Vi la casa de Lyle, estacioné la cortadora de césped frente a la casa.  Con la ayuda de mis dos bastones me bajé de la máquina y me paré frente a la casa.

-Lyle- grité.  Pero no oía respuesta alguna.  Comencé a preocuparme porque no sabía si mi hermano estaba bien o no.  Pero algo dentro de mí, me daba las fuerzas necesarias, por eso grité nuevamente: -Lyle-.

Al instante, escuché la respuesta de mi hermano.  Me gritó: -Alvin-.  Y la puerta de aquella casucha se abrió y con ayuda de un caminador para ancianos salió de la casa hasta el pórtico.  Yo de inmediato subí hasta el pórtico.

Nuestras miradas se cruzaron.  Tenía muchos nervios porque hace diez años no veía a mi hermano.  Se sentó a un lado del pórtico  y yo me senté al otro.

Miró hacia el frente de la casa y vio la cortadora de césped.  Me dijo: -Hiciste ese largo viaje hasta acá en esa máquina para verme-.  Yo le respondí: -Si, Lyle-.

En ese instante, nuestras miradas se volvieron a cruzar.  Nuestros ojos se llenaron de lágrimas y el perdón invadió nuestros corazones.

El sol ya se estaba poniendo.  Entonces juntos nos sentamos en el pórtico de su humilde casa y deleitamos juntos el atardecer que desde pequeños, hace más de setenta años, nos gustaba ver.